sábado, 29 de octubre de 2011

Capítulo 1


I

''Perdida''





La sinfonía de Mozart era lo único que se escuchaba en el pequeño vehículo en donde iban ambos. Leo, que recién despertó en medio de un gran caos, se recostó en el asiento del copiloto con un único pensamiento en su mente. Su hijo Richard. Quizás llegarían tarde, o quizás pronto, pero era posible que su hijo se encontrara con vida o no, ya que lo último que se pierde era la esperanza. Para Katia, la mujer que extrañamente encontró a Leo en el Hospital, le era indiferente aquella situación. No le importaba estar sola o acompañada, únicamente tenía un único propósito, algo que en su mente se halla oculta y que le era imposible recordar. Desde que ella despertó, no recordó nada de su vida pasada, ni siquiera de su nombre. Durante un día entero, Katia dedicó a buscar en aquel coche «algo» que le hiciera recordar quien era. Únicamente su carnet de identificación como científica, y una pequeña llave de platino con las letras «P.N».

- ¿Así que tienes la esperanza de encontrar a tu hijo allá, en el Instituto? - 

- Por supuesto... - asintió Leo - Es lo único que me importa en esta vida... - le dijo - Como usted, ¿también tendrás a alguien para buscar, no? -

Katia esbozo una sonrisa y dio un giro con el coche, atravesando muy de cerca el ayuntamiento de Londres. 

- Quizás... - contesto - Llevo dos días intentando recordar quien era en mi vida pasada, creo que lo que busco son... mis recuerdos - le explico - Antes trabajaba en un laboratorio como científica... y si recordase en donde se encontraría dicho sitio, quizás podría recordar más cosas de mi -

- Podría ayudarte - le propuso Leo no muy convencido - Has hecho mucho por mi hasta ahora; me arrebataste ese aparato de mi brazo... -

Katia no contestó, y lo único que se escuchaba era la sinfonía de Mozart a través de la vieja radio del vehículo por una cinta. Leo suspiro y desvió la mirada por la ventanilla del coche. Todo Londres estaba desértico, incluso parte del Big Ben cayó al río Tamesis. Había algunas edificaciones que se mantenían intactas, pero otras destrozadas. Se podía ver varias calles cortadas, e incluso grandes orificios en las carreteras; como si algo grandioso hubiese salido de debajo de la tierra.

- ¿Es peligroso la noche, Katia? - pregunto de repente Leo, recordando sus palabras -

- Es mejor que no lo compruebes... - le contesto - Es peligroso si, muy peligroso... -

De repente, al tomar una pequeña curva para llegar al fin al Instituto Principal, algo, bruscamente, choco contra el vehículo de ambos, haciéndoles volcar. Intactos al pequeño siniestro, Katia y Leo se desabrocharon los cinturones y salieron del vehículo antes de que comenzó a prenderse en llamas.

- ¡Leo! ¿estás bien? - 

- ¡Si!, ¿pero que coño ha pasado? ¿que ha sido eso? -

Paseando la mirada, contemplaron una gran furgoneta policial volcada a varios metros de ellos. De la parte del piloto, un cuerpo de la policía cayo, y detrás otro. Leo, al ver que se movían poco a poco aún por su estado, fue hacia ellos, pero Katia le amarro de la mano para detenerle. Éste la miro desconcertado, y ella, poco a poco comenzó a echarse hacia atrás al ver que los dos cuerpos comenzaban a retorcerse, como si algo por dentro estaba apunto de crecer. De repente y de un gran sobresalto para Leo, ambos cuerpos se incorporaron de un gran salto.

- ¿Pero cómo es posible...? -

- Deberíamos irnos Leo... no es seguro... -

- Pero... -

- ¡Leo vámonos! - grito Katia -

Ambos cuerpos policiales sonrieron perversamente, y sus ojos, de un tono verdoso oscuro se fijaron en Leo y Katia. Conscientes, tomaron sus pequeñas armas de la cartuchera y les apuntaron con muy poca precisión. Katia pego un grito, y tirando del brazo de Leo echaron a correr calle arriba. ¿Que eran aquellos hombres?. ¿Humanos?, ¿muertos?... era difícil de saber.




*  *  *  *



Aquello no era el único peligro. Desde las grandes puertas de Oxford, a muy pocos kilómetros de la ciudad de Londres, el sonido de una gran Harley resonaba por toda la gran autopista. Un hombre, bastante atractivo para su edad, llevaba a una joven muchacha a su espalda; ambos provenientes de Oxford. Como Leo y Katia, ambos despertaron hace unas pocas horas, a excepción del hombre, que llevaba una semana merodeando por Gran Bretaña con su Harley.

- ¿Cómo darte las gracias por salvarme, Alan?... -

- No me las des Lilith - esbozo éste una sonrisa - 

- Alan... - Lilith se amarro más a su cintura, Alan tomo mayor velocidad - ¿Hacia donde nos dirigimos?, queda poca gasolina... -

- Londres, debemos ir hacia allí -

- ¿Pero no es mejor alejarnos de los pueblos y las ciudades?... - se cuestiono - Ya viste la locura de Oxford... esos animales enloquecieron -

- En Londres hay alguien que nos espera... -

- ¿Alguien? ¿Más sobrevivientes aparte de nosotros? -

Alan no quiso contestar a su pregunta, y se limitó a acelerar más todavía con la Harley. El viento, con un olor putrefacto, hacía que el cabello de Alan se agitase, igual que el peculiar colgante de su cuello y su camiseta desabrochada, mostrando parte de su pecho musculado.

- ¿Alan?... -

Poco a poco la Harley comenzó a perder velocidad, y Alan freno suavemente. A pocos metros, bajando de la colina en donde se encontraba la autopista, ambos tuvieron una visualización de todo Londres. «Ya es tarde», mascullo Alan al ver que la noche caía en la ciudad, y en cuestión de segundos toda Gran Bretaña.

- ¡Mierda! - grito éste -

- Alan ¿por que no continuamos...? -

- La oscuridad... - mascullo - No me gustaría toparme con animales enloquecidos como en Oxford Lilith... -

- Tenemos un vehículo, no como la otra vez. Podemos entrar en la ciudad y ocultarnos -

- Es una posibilidad... ¿pero hacia donde vamos? -

- Mi antiguo instituto... es bastante grande y con puertas bien reforzadas... podríamos pasar la noche allá. Juntos... -

Alan cedió, aunque la idea de atravesar la oscuridad no le agradaba para nada. Volvió a poner en marcha la Harley, y poco a poco tomo velocidad, adentrándose en Londres.



miércoles, 26 de octubre de 2011

0. Prologo: Despertar.


PROLOGO

''Despertar''



''Era difícil de imaginar de como una vida entera puede desaparecer en cuestión de segundos. Leo Sollers dejo de lado a su esposa e hijos por el mero hecho del trabajo; su trabajo le robaba tiempo, tiempo valioso para pasar con su familia. Había pasado cinco meses desde su divorcio, y con eso terminó Leo destrozado, aunque la custodia de su hijo menor la tenía él al ser el único que mantenía un trabajo fijo para mantener al pequeño Richard.
¿Pero que pasaría si al despertar de un plácido sueño, descubres que estás solo?...''



Los párpados pesados se abrieron poco a poco de par en par. Una ráfaga de luz cegó por un momento aquellos ojos azulados; pero de repente se volvió oscuridad total. Únicamente entraba el vago brillo del sol por una de las amplias ventanas de la habitación. Leo, tumbado en el suelo y con un pequeño pinchazo en la parte lateral de la muñeca, se incorporo del suelo bastante confuso. Efectivamente seguía en el Hospital, y aún vestido con la bata en donde en la pechera aparecía su rango en dicho lugar. Se levanto con dificultad, y algo mareado se incorporo con ayuda de una de las camillas de la habitación. Se arrasco los ojos y se asomo por la amplia ventana, contemplando Londres bajo sus pies. Todo estaba vacío; ni un alma, ni un pequeño sonido, NADA. Estaba solo y no sabía el por qué.

- Richard... - 

Sin pensar ni un segundo tomo su móvil del bolsillo y marco el número de su hijo (de quince años de edad). Tras marcar el número, el móvil no dio señal. Leo insistió hasta una décima vez, pero nada. Esta vez siguió bajando la lista y marco a su ex mujer; pero nada. No había señal en su móvil.

- ¿Qué coño está pasando? - 

Su pregunta quedo suspendida en el aire, a la espera de alguna respuesta convincente. Leo se retiro la bata y salió al pasillo del Hospital por si había alguien allá. Los baños vacíos, los despachos igual, la cafetería y zona de operaciones lo mismo. No había ni un alma, es como si todo el mundo hubiese desaparecido; aparte de que algunos recintos del Hospital estaban destrozadas. Leo continuo caminando hacia el vestíbulo principal de la segunda planta. Pulso los botones del ascensor, pero tampoco había corriente de luz.

- No hay nadie, sin señal en el móvil... sin electricidad... - Leo comenzó a asustarse de verdad - ¿Que ha pasado, donde está todo el mundo? -

Sin esperar alguna, aquella última pregunta recibió una respuesta débil desde las escaleras. Unos pasos resonaron como eco, como si de varias personas se tratase. Leo salió rápidamente hacia las escaleras y descendió apresuradamente hasta lo que parecía unos pasos. Al llegar al Hall principal del Hospital, vio con sus propios ojos al emisor de dichos sonidos. Eran pequeñas ratas moribundas que andaban mordisqueándose entre ellas, como si tuviesen hambre.

- Ratas atacándose.... - Leo se arrasco la nuca desconcertado - Pero..... ¡Ahg! -


Aquel grito de dolor emano por una fuerte punzada en la parte lateral de la muñeca, en donde tenía aquel extraño pinchazo. Se llevo la otra mano a su muñeca y apretó fuerte para contrarrestar el dolor que sentía. Sentía como le ardía la piel, y de como algo se movía entre sus venas. Poco a poco el dolor seguía aumentando, tanto que su cuerpo comenzó a temblar de manera descomunal hasta caer inconsciente al suelo. Sus ojos azulados quedaron abiertos, fijamente al pequeño grupo de ratas que se estaban mordisqueando entre ellos; pero de repente una fuerte luz broto de la gran puerta del Hospital. Leo escucho el portazo de un vehículo, y de como unas piernas caminaban hacia él y le tomaba de su débil y fuerte cuerpo.


- ¿Está usted bien?... -


Apenas podía ver el rostro de aquella dulce voz, únicamente un cabello rubio platino que caía en cascada sobre su rostro. Sus frágiles brazos alzaron a Leo del suelo y le arrastro hacia un viejo vehículo que estaba en marcha, de donde la mujer descendió.






* * * *


Una suave melodía proveniente de un piano hizo que Leo se despertara poco a poco. Abrió sus ojos de par en par y noto la presión de un cinturón por su cuerpo. Giro rápidamente la cabeza y vio que estaba en el interior de un coche frente al Hospital. Tenía los brazos al descubierto, y un pequeño bisturí en el asiento del copiloto manchada de su propia sangre.

- Tranquilo, no soy Jack el Destripador - comento una silueta desde la ventanilla -

- ¿Quién eres?... ¿por qué me tienes atado? - 

La mujer suspiro y le enseño su palma de la mano, en donde había un pequeño dispositivo que emitía pequeñas sacudidas eléctricas.

- Lo tenías en tu brazo; es lo que te ha provocado los temblores... - le explico - Así que has tenido suerte de que te encontrara vivo... -

- Gracias... - dijo no muy convencido - ¿Sabes que diantres...ha pasado aquí? -

- Estoy igual que tu, confusa - explico - Acabo de despertarme en este coche hace dos días... - le contó, recordando lo poco que se acordaba - 

- Pues estamos iguales - suspiro - Me llamo Leo... -

- Katia - asintió ella mientras le desabrochaba el cinturón - 

Hubo un momento de silencio entre ambos.

- Deberíamos ocultarnos ya... - dijo Katia algo agitada - 

- ¿Ocultarnos...? -

- La noche es muy fría y peligrosa... - le explico - ¿Deseas ir a algún lugar en especial? -

Lo primero que se le paso por la cabeza a Leo es a su hijo menor Richard, de que a estas horas debería estar en el instituto; aunque pensando que Katia despertó hace dos días, ¿cuantos días estuvo él inconsciente en el Hospital?.

- Al Instituto Principal - le pidió Leo - Podríamos pasar ahí la noche... esta a media hora del Hospital -

- Entonces agárrate... - sonrió - 

El Instituto Principal, lugar donde Richard estudiaba desde hace unos años. Aún recordaba el primer día de curso de su hijo, que se negaba a ir y a estudiar tanto; pero poco a poco se convirtió en el chico más intelectual y listo de todo el Instituto. Premiado por varios premios al mejor estudiante en ciencias. Leo tenía la pequeña esperanza de encontrar a su hijo allá escondido, o algún indicio de que esté vivo, ya que el único ser vivo que ha visto desde que despertó fue a esas ratas y a Katia...











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